El Salon De Ambar by Matilde Asensi

El Salon De Ambar by Matilde Asensi

autor:Matilde Asensi
La lengua: es
Format: mobi
Tags: Novela
publicado: 2011-01-20T21:24:58+00:00


–Sólo «Um beijo».[9]

-Bueno, pues venga, apaga ese trasto y vamos a trabajar un poco antes de dormir. Cuando nos despertemos desandaremos el camino hasta el cruce de galerías.

José terminó de enviar a Amalia los datos del mapa y empezamos a golpear con los puños los muros del fondo del túnel en el que nos encontrábamos. El informe elaborado en los años sesenta por el ingeniero del ayuntamiento de Weimar hablaba de muros dobles, pasillos tapiados, planchas metálicas, techos falsos… así que debíamos comprobarlo todo y no dar nada por sentado: cualquier paredón podía ser la entrada al cubículo donde Sauckel y Koch escondieron el Salón de Ámbar. Tras el infructuoso tabaleo, saqué de la mochila el pequeño magnetómetro y apliqué el sensor sobre los ladrillos, dibujando líneas rectas por toda la superficie, pero el registro de datos no desveló la existencia de huecos en la parte posterior. Estábamos rodeados por varios metros de tierra sólida.

El largo viaje hasta Weimar, el descenso a las alcantarillas y las muchas horas de caminata nos habían agotado. El saco de dormir me pareció tan maravillosamente cálido como mi propia cama. La pena era que, para conseguir mayor aislamiento contra el frío y la humedad, no habíamos podido llevar sacos con cremallera que se pudieran unir para dar cabida a dos personas. Con todo, nos tumbamos tan juntos que pude respirar el aliento de José hasta que me quedé dormida.

Nos despertamos seis horas después, con los cuerpos magullados. Hacía un frío estremecedor. El termómetro indicaba que estábamos a cinco grados bajo cero. Aunque las ropas nos protegían, no resultaba agradable respirar ese aire pestilente y helado que se colaba a través de los filtros de las mascarillas.

Reanudamos el camino a buena marcha y alcanzamos de nuevo el entronque de galerías que habíamos dejado atrás por la mañana. Esta vez elegimos el camino que quedaba a nuestra izquierda, que empezaba trazando un semicírculo hacia la derecha, interrumpido bruscamente por un largo túnel que volvía a tomar la dirección contraria. Nos costó cuatro horas recorrer aquel monótono carril hasta encontrar una especie de amplio hueco en la pared donde nos detuvimos para tomar algo y descansar. Para nuestra sorpresa, al examinar el hueco poco antes de partir, descubrimos dos viejos y oxidados portillos de madera hinchada y agrietada de los que partían dos nuevos túneles. El primero de ellos nos llevó, tres días después, hasta el enlace de galerías por el que ya habíamos pasado en dos ocasiones… Volvimos a empezar.

Poco a poco, conforme iban pasando las jornadas, nos fuimos volviendo, por cansancio, más descuidados en el registro de los recintos que íbamos descubriendo a los lados o en los extremos de aquellos largos corredores encharcados. Era un entramado incoherente, sin pies ni cabeza, que acabó desquiciándonos los nervios y agotando nuestra paciencia. Las hojas reticuladas en las que iba trazando nuestra ruta habían formado ya un cuadernillo de cierto grosor sin que por ello hubiéramos encontrado nada que valiera la pena. Topamos, efectivamente, con planchas metálicas



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